El desempeño del Producto Interno Bruto (PIB) regional, que alcanzó un 4,4% en el último período informado, nos posiciona como la cuarta región con mayor dinamismo económico a nivel nacional. Lejos de ser una coincidencia, este resultado refleja el esfuerzo sostenido y la capacidad de adaptación de nuestros sectores productivos, que han sabido responder con vigor frente a un
escenario desafiante. En especial, reconocemos el papel fundamental de la industria pesquera y la pesca extractiva, sectores históricos de nuestra economía regional, que hoy dan muestra de una
resiliencia admirable.
Sin embargo, no podemos dejar de mirar con atención lo que subyace tras este dato positivo. El crecimiento actual, aunque alentador, representa una desaceleración en comparación al mismo período del año anterior. Esta situación nos invita a reflexionar sobre los cimientos en los que se construye nuestro progreso, especialmente cuando estos descansan en sectores que han enfrentado un alto nivel de incertidumbre normativa, como es el caso del pesquero.
El jurel, especie emblemática para nuestra región y motor clave de generación de empleo y actividad económica, requiere con urgencia un marco regulatorio estable, que vaya más allá del cortoplacismo. Se necesita una política pública que combine visión de largo plazo, sustentabilidad, generación de empleos de calidad, productos de real valor agregado, como son los alimentos de consumo humano, y por supuesto resguardando tanto la biomasa como la competitividad de las empresas que operan en este rubro. Lamentablemente, propuestas como el nuevo impuesto a la
compra de cuotas de jurel apuntan en la dirección contraria, introduciendo trabas en un momento en que deberíamos estar incentivando la inversión, la eficiencia y la innovación.
Medidas como esta no solo erosionan la capacidad competitiva del sector, sino que afectan directamente a miles de trabajadores y trabajadoras que dependen de esta actividad para sostener a sus familias. En Biobío, la industria pesquera no es un número frío en una estadística: es comunidad, es identidad y es motor de desarrollo.
Hoy más que nunca se vuelve imprescindible fortalecer nuestras industrias tradicionales, pero también abrir camino a nuevas oportunidades productivas que nos permitan diversificar la matriz económica regional. Biobío tiene el talento, los recursos y la vocación para liderar en áreas como la tecnología, la energía renovable, la agroindustria y los servicios de valor agregado. Para ello, requerimos certeza legislativa, estabilidad en las reglas del juego y una institucionalidad que acompañe, no que entorpezca.
El verdadero desarrollo se construye sobre la base de la confianza. Con reglas claras, voluntad de diálogo y un enfoque de largo plazo, podemos consolidar a Biobío como una región que crece, innova y genera empleo de calidad para su gente. El desafío es volver a crecer.
Álvaro Ananías Itaim – Presidente
CPC Biobío